A la medida

I
Al sistema de unidades
con que se rige este mundo,
te lo digo en un segundo:
le faltan infinidades.
Sé que son siete deidades,
pero al kilogramo añado
el pote Nestlé (el de helado)
porque te embazan ahí,
lo mismo harina que ají,
o el frijol sin ser pesado.

II
Sí, «candela» es la unidad
de intensidad luminosa,
mas así exclamé furiosa
al comprobar la maldad.
Con qué oscura habilidad
pasa el aceite a un pomito,
que, al inclinarlo un poquito,
lo que ha de ser media libra
con menos ya se equilibra
con la marca de un hilito.

III
De novecientos sesenta
fueron los litros de leche,
y ahora según quién lo eche,
más mililitros descuenta.
El metro cúbico cuenta
su historia por cubo o pala,
y la latica hace gala
de la medida arrocera:
dos son la libra, ¿en cualquiera?;
fíjate o te dan la mala.

IV
Candela, kelvin y amperio,
segundo, mol, kilogramo,
metro…, y desde aquí reclamo
que el «nivel» pase a este imperio.
Su unidad es un misterio:
hay nivel de producción,
de quejas, o de gestión,
de viandas, sequía y miel…,
y si ocurre un desnivel,
habrá un nivel de apagón.

Helen

Rayma Elena Hernández García (Helen)

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